Sobre lo intrascendente más trascendente. Mi parto

Hay pocas cosas tan trascendentes, tan increíbles , tan próximas al milagro y a la vez tan cotidianas , tan habituales y comunes , como un parto.

Hacía al menos un mes que sentía contracciones, que mi barriga había cogido unas dimensiones demasiado grandes para poder tener una vida cotidiana normal. Me sentía, en pocas palabras, muy cerca del parto. Tenía muy claro que no llegaría a las 40 semanas. Sin querer contagié esa sensación a mi pareja y esto hizo que viviéramos los últimos días, todas las Navidades en definitiva, con tensión. Los últimos días especialmente. Noches sin dormir mucho, pensando, entre otras cosas, en la organización. Si el parto se daba por la noche, no tenía muy claro cuál era la mejor manera de organizarme para que Ariadna lo sufriera lo menos posible.

Pero pasaron las fiestas de Navidad, el Año Nuevo y seguimos Nausika y yo siendo un tándem. El fin de semana antes del día de reyes volvimos a casa y pasamos un fin de semana razonablemente tranquilo. El domingo sin embargo, volvieron ha aparecer algunos síntomas de parto. Empecé con diarrea, calores y algún contracción dolorosa. La noche fue extraña.

Al día siguiente, la mañana del día de Reyes, me levanté con energía y ni rastro de contracciones. Nos levantamos contentos y fuimos a pasear y hacer un buen desayuno. Luego volvimos a casa para comer. Todo transcurrío con normalidad. En un momento Ariadna se puso triste no recuerdo por qué. Habíamos terminado de comer y nos estiramos las dos en el sofá. Yo le hacía caricias y mirábamos la tele.

De repente , hacia las 3 y 20 noté como un golpe seco en el bajo vientre y fuí al baño. Tal y como me había pasado con el parto de Ariadna, había roto aguas. Llamé a mi pareja. "Ya llega, tenemos que ir al Hospital". Ariadna me seguía por toda la casa, mientras nos preparábamos para marchar. Se le caían las lágrimas. Aunque sabía todo lo que pasaba no podía evitar tener un poco de tristeza porque teníamos que separar . Le pedí con cuál de sus amigos quería ir (teníamos los teléfonos de algunas de las madres de la escuela para que se la quedaran hasta que no llegaban sus abuelos desde Donostia). Pudo elegir uno de sus amigos. Los padres nos vinieron a buscar y nos llevaron al hosptial. Dejé Ariadna en el coche con ellos, con lágrimas en los ojos. Por suerte sabía que la cuidarían bien.

Una vez en el Hospital me llevaron a la ginecóloga para que me mirara. Había roto aguas, efectivamente, pero aún no estaba dilatada y, en definitiva, no había comenzado el proceso de parto. Me llevaron a una habitación de dilatación para controlarme las contracciones y al cabo de un rato me llevaron a la habitación de la planta de maternidad.
Lo cierto es que las contracciones ya habían comenzado. No eran regulares , ni muy fuertes, pero yo sabía que estaba de parto. Aunque la ginecóloga me dijera que quizás no paría hasta el día siguiente, yo le dije que pariría ese mismo día. No tenía ninguna duda. 

También pasó la comadrona que luego sería la que me atendería el parto. Se llamaba Vicky. Me pidió que tipo de parto quería y yo le dije que tenía intención de intentar no ponerme epidural. Pero no soy nada terca con mis dolores, digamos que no soy nada sufridora... así que depende como fuese todo, no la descartaba. A Vicky no la ví muy convencida, porque el hecho de que hubiera roto aguas y no hubiera dilatado nada le debía parece que el parto sería largo y doloroso.
En la habitación llegamos hacia las cinco y media. Estábamos solos y las contracciones comenzaron con más fuerza. A las 6 ya eran cada 5 minutos. Intensas pero controlables. Las respiraciones me fueron muy bien, porque cuando empezaba a sentir dolor ya sabía que hacer, empezaba a respirar. Tenía un objetivo, me concentraba y al cabo de un rato pasaba el dolor. Cada vez que superaba una contracción me sentía tan bien! Tenía una gran satisfacción cada cinco minutos. Y así llegamos a las 7 menos cuarto. Decidimos llamar a la enfermera para que me llevara a las salas de dilatación, por que el parto ya se había desencadenado definitivamente .
Nos encontramos a la ginecóloga que me había dicho que hasta el día siguiente quizá no pariría y me dijo "ya estás ahí? " y yo le respondí "ya te dije que pariría hoy". Y me sentí satisfecha. Al llegar de nuevo nos entendió Vicky "¿Sigues pensando en no ponerte epidural?" Yo le respondí que todo dependería del tacto que me hiciera. Si ahora me decía que no había dilatado nada, pues me lo pensaría. Y me miró y estaba de 8 centímetros! Después de tan solo una hora de contracciones!
Fué uno de los mejores momentos. Me puse a llorar de emoción. Descargué todas las tensiones en ese momento. Sí. Lo haría y lo podía hacer. Ahora ya estaba decidido. Pariría sin necesidad de anestesia.
"Ahora, cuando quieras empuja" me dijo Vicky. En ese momento empecé a sentir miedo. Por el dolor que podía sentir en empujar. Pero ahora ya estaba hecho. Y de golpe, vinieron las ganas de empujar. Y grité como nunca había gritado en mi vida. Tuve una sensación muy animal. Todo mi pensamiento se concentraba en el canal del parto. Vicky decidió que no me llevaría al paritorio y se lo agradecí. Pariría en la habitación. Estaba tumbada de lado con las piernas encogidas. Era un dolor muy bestial. De golpe era como si las contracciones hubieran desaparecido y todo el dolor, todas las energías, se concentraran en el cuerpo de la Nausika. En hacerla salir. 

Cada vez pensaba que no podría más y siempre podía más. Cada vez que empujaba me parecía que sería imposible seguir, pero seguía. Seguía gritando, no recuerdo ni que decía. Animaba a la Nausika, le decía Vamos, sal Nausika ! y cosas así ... creo recordar. Pero es cierto que es como un momento en que pierdes el mundo de vista. Lo recuerdo como una nebulosa.
Y finalmente salió. Me la pusieron encima y estaba un poco azul, casi no se movía. Después me he enterado que había salido con una vuelta de cordón, pobrecita valiente! Mi compañero estuvo preocupado y fue pintando detrás de la comadrona que se lo había llevado. Yo casi no me di cuenta de nada. Sólo de que enseguida se la llevaron a reanimarla. Pero no fue grave. Después de que la miraran bien, me la pusieron encima y nos fuimos a la habitación.
Salí con una sensación de poder increíble y al mismo tiempo, pensé que se podía, que cualquiera podría haber parido. El parto, lo más trascendente e intrascendente del mundo.
En resumen, a las 7:45 había nacido la niña más dulce del mundo. Que nos acompañará, ahora ya, toda la vida.
Benvinguda Nausika.
Epílogo
Los días del Hospital, mi otro lucecita, Ariadna, estuvo muy triste, sobre todo porque sus padres estaban lejos. Por suerte, mi madre, que llegó al día siguiente a las 6 de la mañana, se ocupó de ella muy bien y le hizo pasar esos días de la mejor manera posible. Esto me hizo estar tranquila .
Yo pedí salir antes del Hospital y desde que estamos todos en casa, aunque está nerviosa, cada vez que la veo mejor. Ya es un poco más ella. Supongo que tendremos momentos de todo, pero es una niña fantástica y confío mucho en ella para hacerle frente.


4 comentarios:

  1. ¡Ay cira, que crónica más preciosa! Me he extremecido hasta las lágrimas, lo has descrito todo tan bien que se me han metido las contracciones en el cuerpo y el miedo de parir y todo lo que has contado. Mi parto empezó como el tuyo, pero no terminó igual, bueno, eso ya lo sabes. Así que no, no qualquiera puede parir, siéntete afortunada, que parece cualquier cosa, ¡pero no lo es!

    ¡Un abrazo y felicidades otra vez!

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  2. Que bien que te haya llegado Madre Exilio...me salió la entrada de una tirada, sin pensar mucho...supongo que por eso ;)

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  3. Un relat molt bonic, Cira! Enhorabona per aquest part i per l'arribada de la Nausika! Realment, les dones, en qüestió departs, sóm poderoses!

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