La Teta artificial


En las últimas décadas la lactancia artificial, con leche de fórmula, había conseguido ser casi prioritaria en generaciones y generaciones de madres del mundo occidental. 

Ciertamente, aunque se ha conseguido gran calidad en las leches de fórmula, hay cosas que ésta no puede todavía hacer. La leche de fórmula no puede aportar anticuerpos a los recién nacidos. Tampoco se autorregula (en densidad, por ejemplo) a lo largo de la lactancia. Ni se calienta sola, ni se puede llevar incorporada, ni es gratuita. Por algunas de estas razones, entre muchas otras, la Organización Mundial de la Salud considera que lo más adecuado para los niños que acaban de nacer y, si es posible de forma exclusiva hasta los 6 meses, es la lactancia materna.

Lo que también es verdad y hay que saber es que los biberones no aparecieron, en un primer momento, para hacer más cómoda la lactancia para la madre. Debemos ser conscientes de que los primeros métodos de lactancia artificial se desarrollaron para salvar vidas. Los niños de los orfanatos, de los hospitales, todos aquellos que no tenían la posibilidad de ser amamantados por los motivos que fuera, lo tenían muy difícil para sobrevivir. No siempre había un pecho cuando lo necesitaban.

Para que los niños pudieran beber los sustitutivos que se utilizaban para alimentarlos (leche de vaca reducida con agua, de cabra, etc.) desde tiempos muy antiguos se han inventado recipientes para poder dar líquidos a los pequeños, imitando de algún modo la teta.



III dC

II aC

IX aC



Todos estos recipientes, sin embargo, eran soluciones circunstanciales que permitían dar líquidos a los niños, pero que no eran en ningún caso sustitutivos realistas de la teta.

La primera noticia del biberón moderno llegó en España en la época de la Ilustración, el siglo XVIII. En ese momento numerosos estudiosos se preocupaban por intentar mejorar la situación del pueblo bajo. Entre una de sus máximas preocupaciones estaba la de la educación y el cuidado y crecimiento de los niños. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que la salud pública tal y como la entendemos en la actualidad, proviene de esa época.

Uno de estos hombres de cultura, un tal Blas Jové, hizo un viaje a Suiza donde descubrió un utensilio revolucionario, ¡una teta artificial! Así lo dio a conocer en su país por medio de la Revista Madrileña
Seminario Económico, que dedicó más de un número al tema, a lo largo de agosto del año 1767. El artículo se tituló "Tratado y explicación de la Teta Artificial y modo de criar a los niños sin amas"

"Pasemos al instante a hacer manifiesto el instrumento que facilita la cria de los niños (...). Es un vaso de madera que representa la figura y tamaño de la teta artificial, que en los Cantones Suizos llaman teta de vaca. (...) La tapadera es un cañoncito hueco por donde sale la leche después de cerrado el vaso y sirve de pezón. (...) El modo de usar la Teta Artificial es de esta forma: se ha de echar medio cuartillo de leche en el vaso y luego cerrarlo con la tapadera y si la leche fuera demasiado espesa, aclararla con agua y si estuviese la leche fría poner el vaso dentro del agua caliente para que tibie".

Con este texto quedaba inaugurada una nueva época. Todavía faltaba mucho para perfeccionar este utensilio, pero la idea ya estaba aquí.




1790-1795
1862








Finales del XIX-Principios del XX










Ahora, en pleno s. XXI, quién lo iba a decir cuando el señor Jové fue a Suiza...pues sí, aquí estamos, celebrando semanas de la Lactancia, reivindicando el amamantamiento. Parece mentira, pero hasta hace unos años parecía que habíamos olvidado que también se puede dar de mamar con "teta natural"!

Feliz día!


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