Esta no es una entrada patrocinada, no temáis. Es una entrada sugerida. Hace unos días una nueva-encontrada-cercana amiga de la blogosfera me contó que su hija está enamorada de la historia. Que cuentan cuentos, que inventan historias sobre la historia de niñas que vivieron hace siglos. Le dije que le haría una entrada pensando en ellas.
Confieso que no he tenido tiempo exactamente de hacer una entrada para su hija. Pero he encontrado un poema, que conocía y que me encanta. Espero que colme, un poco, las ganas de saber de su hija.
Corre el siglo I dC y el poeta Marcial, nacido en una pequeña ciudad de provincias, se ha trasladado a vivir a la gran ciudad, Roma. Allí vive en una pequeña habitación en medio de la muchedumbre. El ruido no le deja dormir y a cuento de eso escribe un poema que es un maravilloso fresco de un día cualquiera en la gran ciudad.
Recreación de la ciudad de Roma |
¿Quieres saber por qué con frecuencia me marcho a mi
pequeña finca y a mi pobre casa de la seca Nomento? En esta ciudad, Esparso, el pobre ni puede pensar ni pude descansar.
Por la mañana no te dejan vivir los maestros de escuela,
por la tarde los panaderos y durante todo el día los caldereros. Por
aquí el ocioso cambista golpea su sucia mesa con las monedas con la
efigie de Nerón; por allí el batihoja de polvo de oro hispano golpea la
roca machacada con su brillante martillo.
Ni para la turba frenética de Bellona (los soldados),
ni el charlatán náufrago con su cuerpo vendado; ni el judío enseñado
por su madre a mendigar, ni el legañoso vendedor de fósforos.
¿Quién puede contar los perjuicios de un pobre sueño? Podrá
decir cuántas manos en la ciudad golpean los vasos de bronce, cuando
amenaza la luna recortada por la varita mágica de la Cólquida. (ahuyentar los hechizos de la luna golpeando con bronce)
Tú, Esparso, ni conoces ni puedes conocer estas cosas,
protegido en tu reino de Petilio, y a quien tu alta casa ofrece la vista
de los altos montes. Tú que tienes un campo en la ciudad y produces
vino en Roma, para quien no es mejor el otoño de Falerno y recorres los
límites de tu finca en tu carro.
Para ti sí hay un sueño profundo, y ningún descanso es
molestado por los gritos ni el día entra en tu casa hasta que tú
quieras. A mí me despiertan las risas de la multitud que pasa y Roma
está junto a mi tugurio. Agotado de tedio, cuando quiero dormir, me voy a
mi finca.
(Marcial, XII, 57)
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