De nuevo a vueltas con el gran cambio, la gran ruptura, de la que he hablado en más de una ocasión y que voy desgranando de alguna manera en el libro.
¿Cúal es el gran cambio? La entrada de la modernidad, de la industrialización, en defininitiva, del capitalismo en nuestras entrañas. Este cambio ha repercutido de mil maneras en la sociedad. También en su momento reorganizó las familias y las relaciones personales. Nosotros somos hijos de esos cambios.
Hijos del momento en que la familia paso de ser extensa a súper nuclear (mamá papá y uno o dos niños de media) y las mujeres se quedaron encerradas en casa con los pequeños.
En ese encierro se fraguaron tragedias individuales, se rompieron los hilos comunitarios...y nos hicieron sentir que las madres debíamos poder con todo, nos hablaron de la madre perfecta, que sabe hacer todo solita, aunque nunca hubiera sido así. Porque siempre habíamos contado con redes de algun tipo, hasta que llegó la sociedad individualista. Y la frustración y la soledad para algunas llegó a límites insospechados. Más aún para las que se dedicaban a pensar sobre su condición.
En ese encierro se fraguaron tragedias individuales, se rompieron los hilos comunitarios...y nos hicieron sentir que las madres debíamos poder con todo, nos hablaron de la madre perfecta, que sabe hacer todo solita, aunque nunca hubiera sido así. Porque siempre habíamos contado con redes de algun tipo, hasta que llegó la sociedad individualista. Y la frustración y la soledad para algunas llegó a límites insospechados. Más aún para las que se dedicaban a pensar sobre su condición.
De todo ello habla Maternidad y creación. Una lectura imprescindible para entender y adentrarse en las habitaciones de las mujeres-madres del siglo XX. Testimonios de las que más sufrieron las consecuencias de la modernidad. En sus páginas se desgranan las vivencias en primera persona de mujeres escritoras, creadoras, artistas, frente la maternidad. Lo que supuso para ellas sentirse solas frente el gran reto de criar una personita. Lo describen sin eufemismos, a veces con dureza.
Recuerdo el relato de una de ellas, sola todo el día en su apartamento, como intentaba sacar el tema, hablar con las mujeres del parque, que no lo pasaba bien, que no era todo tan bonito. Y como la miraba el resto. La gran herejía. Confesar que no eras la madre perfecta en según que momentos fue todo un atrevimiento.
En el libro se nota la verdad en los relatos. Te sientes metida en sus vidas. Al final hay un pequeño apartado con cuentos escritos por mujeres que giran de nuevo entorno al mismo tema. Algunos tan demoledores como el de Annie Ernaux (después de leerlo, ya puedo decir que ella se encuentra en la lista de "mis preferidas").
Recuerdo el relato de una de ellas, sola todo el día en su apartamento, como intentaba sacar el tema, hablar con las mujeres del parque, que no lo pasaba bien, que no era todo tan bonito. Y como la miraba el resto. La gran herejía. Confesar que no eras la madre perfecta en según que momentos fue todo un atrevimiento.
En el libro se nota la verdad en los relatos. Te sientes metida en sus vidas. Al final hay un pequeño apartado con cuentos escritos por mujeres que giran de nuevo entorno al mismo tema. Algunos tan demoledores como el de Annie Ernaux (después de leerlo, ya puedo decir que ella se encuentra en la lista de "mis preferidas").
Y después de leer este libro, llegó a mis manos otro que se convertirá en un referente para mi, sin duda. Está escrito por Carolina del Olmo este mismo año y se titula ¿Dónde está mi tribu? y en él nos habla de la maternidad más contemporánea. Un análisi sobre las respuestas que estamos tejiendo a principios del s.XXI para intentar afrontar los problemas (tan acuciantes) de criar a nuestros hijos.
Sin duda, una de las propuestas de crianza más interesantes la encontramos de la mano de lo que en el mundo anglosajón se viene llamando el modelo de crianza child-centered, centrado en el niño. Donde se propone amar, cuidar, acompañar y responder empáticamente a las necesidades de los hijos. Es lo que por aquí se ha venido llamando crianza natural, consciente, intensiva, etc.
Me parece precioso, y lo digo sin matices ni ironías, que a principios del siglo XXI nos hayamos dado la vuelta hacia nuestros hijos, hayamos descubierto esas personitas que tenemos al lado y, de paso, decidido tratarlos con respeto y amor. Achucharlos sin concesiones. Es un cambio de mentalidad respecto la crianza muy importante, casi diría que trascendental. Un avance ético irrenunciable, como dice la autora.
Hasta aquí todo bien. Cambiemos la manera como hemos tratado a nuestros hijos. El problema es que en este enfoque, de nuevo, las mujeres somos responsables y protagonistas principales. Se cargan las tintas en nosotras. ¿Somos las madres responsables primordiales, imprescindibles, de lo que les pase a nuestros hijos, las únicas? Pues (casi diría que por desgracia) no es así. Coincido plenamente en eso con la autora. Los problemas que tenemos entorno la crianza de nuestros hijos van mucho más allá y empezaron, como decía al comienzo, con la industrialización y la entrada del capitalismo. Con la ruptura de redes y la imposición de un modelo social y económico.
No nos engañemos, que un niño sea más feliz o mejor persona no depende de donde duerma o que tipo de leche ingiera. Depende del entorno donde nazca, de las facilidades que tenga para vivir el y su familia, en definitiva, de las condiciones sociales. El problema es que para cambiar eso hay que pensar en colectivo y se nos ha olvidado en muchos casos. Vivimos en la época de entronización de la individualidad y eso choca frontalmente con las exigencias de la crianza.
Esta lucha es mucho más ardua que la de decidir si le doy pecho o biberón.
Las actuales condiciones sociales y económicas son radicalmente anti-crianza. Eso es lo que hay que denunciar con todas las letras. Para poder vivir la maternidad de manera saludable, conciente y, en definitiva, feliz, intentaremos (como hago yo en mi casa cada día) hacer lo posible dentro de nuestra familia, pero no nos podemos quedar allí o no deberíamos. Debemos reivindicar un contexto social que nos sostenga en la crianza.
Usando las palabras de la autora, "tal y como están las cosas, lo más que puede hacer un hijo es cambiarte la vida (y a veces ni eso). Trabajemos para que su llegada pueda cambiar el mundo".
Me parece precioso, y lo digo sin matices ni ironías, que a principios del siglo XXI nos hayamos dado la vuelta hacia nuestros hijos, hayamos descubierto esas personitas que tenemos al lado y, de paso, decidido tratarlos con respeto y amor. Achucharlos sin concesiones. Es un cambio de mentalidad respecto la crianza muy importante, casi diría que trascendental. Un avance ético irrenunciable, como dice la autora.
Hasta aquí todo bien. Cambiemos la manera como hemos tratado a nuestros hijos. El problema es que en este enfoque, de nuevo, las mujeres somos responsables y protagonistas principales. Se cargan las tintas en nosotras. ¿Somos las madres responsables primordiales, imprescindibles, de lo que les pase a nuestros hijos, las únicas? Pues (casi diría que por desgracia) no es así. Coincido plenamente en eso con la autora. Los problemas que tenemos entorno la crianza de nuestros hijos van mucho más allá y empezaron, como decía al comienzo, con la industrialización y la entrada del capitalismo. Con la ruptura de redes y la imposición de un modelo social y económico.
No nos engañemos, que un niño sea más feliz o mejor persona no depende de donde duerma o que tipo de leche ingiera. Depende del entorno donde nazca, de las facilidades que tenga para vivir el y su familia, en definitiva, de las condiciones sociales. El problema es que para cambiar eso hay que pensar en colectivo y se nos ha olvidado en muchos casos. Vivimos en la época de entronización de la individualidad y eso choca frontalmente con las exigencias de la crianza.
Esta lucha es mucho más ardua que la de decidir si le doy pecho o biberón.
Las actuales condiciones sociales y económicas son radicalmente anti-crianza. Eso es lo que hay que denunciar con todas las letras. Para poder vivir la maternidad de manera saludable, conciente y, en definitiva, feliz, intentaremos (como hago yo en mi casa cada día) hacer lo posible dentro de nuestra familia, pero no nos podemos quedar allí o no deberíamos. Debemos reivindicar un contexto social que nos sostenga en la crianza.
Usando las palabras de la autora, "tal y como están las cosas, lo más que puede hacer un hijo es cambiarte la vida (y a veces ni eso). Trabajemos para que su llegada pueda cambiar el mundo".
Pues tienen muy buena pinta. Muchas gracias por las recomendaciones. Un abrazo
ResponderEliminarValen la pena! :)
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